Estudios arqueológicos de los años 60 sobre el Santo Cáliz de Valencia, señalado como el grial, recogen cómo la base del mismo sería una copa fabricada en el Califato de Córdoba y con una inscripción referida a la ciudad de Almanzor
MANUEL RAMOS Córdoba 04/10/2022
Como otra mañana cualquiera de aquel año de 1960, don Antonio Beltrán, catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza, había llegado temprano a su despacho académico. Antes de comenzar sus clases recibe una extraña llamada del Arzobispado de Valencia en la que se le comunica que el mismo arzobispo, don Marcelino Olaechea, quiere que acuda a su presencia. Tras colgar el teléfono, el profesor queda aturdido; no sabe qué podía querer su excelencia de una persona como él, un ateo y rojo convencido que, incluso, había estado preso en la cárcel tras la Guerra Civil por sus ideas políticas.
La reunión no se demoró y cuál fue la sorpresa del catedrático cuando el arzobispo le revela su propósito: encargarle un estudio exhaustivo, desde un punto de vista arqueológico, del Santo Grial, es decir, del Santo Cáliz que desde hace varios siglos es custodiado en la Catedral de Valencia. Como arqueólogo, don Antonio se encontraba fascinado ante el reto que se le presentaba pero, al mismo tiempo, temía descubrir que la reliquia fuese en realidad un fraude; de ser así, si lo hiciera público, incluso podría ser fusilado; o, como poco, volver a la cárcel, reflexionaba el arqueólogo.
Tal inquietud se la hizo saber a don Marcelino quien, sin embargo, lo tranquilizó contestándole que no tenía de qué preocuparse, pues la Iglesia quería saber la verdad y nada más que la verdad, y por eso precisamente habían recurrido a él, por su profesionalidad y, cómo no, por su ideología y creencias poco afectas al régimen o la propia Iglesia Católica.
Reconfortado con esas palabras, don Antonio comenzó su labor arqueológica y, tras meses de estudio y continuos viajes a Europa y Oriente Medio, según sus propias palabras: «No encontré nada en el Santo Cáliz que desmintiese que aquella era la copa, el grial auténtico con el que Jesucristo había celebrado la última cena de Pascua».
Monasterio de San Juan de la Peña
En efecto, de los numerosos supuestos griales que hay esparcidos por el mundo, el de Valencia parece ser el único que desde un punto de vista arqueológico podría ser considerado como auténtico. No obstante, hay que distinguir entre la reliquia en sí, que es la copa superior, elaborada en finísima ágata y datada en tiempos de Jesucristo y, por otra parte, el relicario, que lo componen una serie de objetos y labores de orfebrería añadidos a lo largo de los siglos.
Según el informe final del profesor, las distintas piezas fueron montadas en las montañas de Huesca a partir del siglo XII por los monjes del Monasterio de San Juan de la Peña. Continuaba diciendo que, durante su estancia en aquel cenobio, el Santo Cáliz fue provisto de sus asas, acoplándosele además los otros elementos que escoltan la reliquia, en un delicado y lujoso trabajo de orfebrería.
Pero de entre esos otros elementos, al profesor le llamó la atención sobre manera uno en concreto: la base que sirve para dar estabilidad al conjunto. Estamos en presencia de otra copa o ‘ataifor’, elaborado en el mismo material y de parecido color al del cáliz, pero con una diferencia esencial: es del siglo X- XI y fue elaborado en un taller del Califato de Córdoba, o quizá fatimí. «¡Qué extraño¡», debió pensar el profesor.
Pero las sorpresas no habían terminado pues, al pasar los dedos por aquella pieza califal, hace un nuevo y sorprendente descubrimiento: allí había una inscripción en árabe. Asombrado, pero carente de conocimientos de aquella lengua, acude a catedráticos y arabistas de la época que le confirman que, en caracteres cúficos, ahí figura escrito lo siguiente: ‘LI ZAHIRA’.
En un principio, aquellos caracteres son traducidos literalmente como «De la más brillante». Pero en seguida se da cuenta de que aquello no es un mensaje de tintes religiosos, sino que hace referencia a un nombre propio: Medina Al-Zahira, la ciudad de Almanzor, pensando que este recipiente formaría parte de la vajilla de su alcázar. No obstante, y en mi opinión, en aquellos años 60 confundieron el ‘li’ utilizado en árabe como posesivo o de pertenencia con el artículo ‘la’, de manera que habría que leer sencillamente ‘Al-Zahira’.
Tras este sensacional hallazgo habría que plantear la posibilidad de que el Santo Cáliz hubiese permanecido durante algún tiempo en Córdoba, concretamente en Al-Zahira. El profesor reconocía que no sabía cómo aquella copa califal pudo llegar al monasterio oscense, pero, en su opinión, fue allí donde se ensamblaron todas las piezas hasta adquirir su actual y medieval aspecto que podemos ver en Valencia.
¿El grial, en la corte califal?
¿Y si, por el contrario, el Santo Cáliz, al menos su parte inferior y superior, fueron unidas siglos antes en la corte de Almanzor? Lo cierto es que en aquella corte que tenía como califa a Hishan II, se coleccionaba todo tipo de objetos extraños y reliquias, citándose entre estas últimas por los autores musulmanes objetos tan curiosos como tablas del arca de Noé, cuernos del carnero de Ishaq, cascos del asno de ‘Uzayr’ o suelas de la camella de Salih, por cierto, todas ellas reliquias bíblicas.
Aunque no poseemos más datos directos sobre la posible presencia del Grial en Córdoba, resulta muy esperanzadora la noticia presentada en el II Congreso Internacional del Santo Cáliz celebrado en Valencia en la primavera de 2021 al respecto. El doctor en Derecho, Jesús Salvador, adelantaba hasta el siglo X las primeras noticas históricas del Grial que acreditaban la presencia ya en Navarra del mismo en los tiempos de Almanzor y en poder de los reyes de aquel reino.
Almanzor casó con una hija del rey navarro Sancho Garcés y Doña Urraca, a quien el ‘Códice Emilianense’ refleja con el Santo Cáliz que pudo ser entregado al caudillo de Al Ándalus
La prueba la encontró en el llamado ‘Códice Emilianense‘, obra de la segunda mitad del siglo X, en la que figuran representados distintos reyes de Navarra, entre ellos, Sancho Garcés y su esposa doña Urraca. Es ésta última la que porta el Santo Cáliz en la mano, coincidiendo en su color y veteado con el de Valencia, aunque carece de base, ni de asas, sino que solo dispone de un palo en la parte inferior para poder cogerlo sin tocar aquel objeto tan sagrado.
¿Se añadió la base poco después, pero ya en Córdoba? Nunca lo sabremos, pero lo que sí conocemos fehacientemente es que aquel rey de Navarra, Sancho Garcés, el 4 de septiembre del año 992 comparecía en Córdoba ante Almanzor, en su alcázar de Medina Al-Zahira, para mostrarle sumisión. Pero aquel monarca también llevaba la intención de conocer a su nieto, Sanchuelo, pues unos años antes, y como prenda de la paz pactada con el caudillo musulmán, Almanzor recibió a la hija de aquel, la princesa Urraca, en matrimonio, desde entonces conocida como Abda ‘la Vascona’.
He de reconocer que con estos datos indiciarios pretendía terminar este trabajo, hasta que hace escasas fechas soy conocedor del llamado ‘Ataifor de Guadalajara’ y el hallazgo que en estas mismas páginas ha recogido ABC, lo que me ha obligado a prolongarlo unas líneas más.
Simbología del ‘ataifor’
La imagen plasmada en aquel ‘ataifor’ me sobrecoge. Por primera vez contemplamos, pintado en nuestro característico verde manganeso, al califa de Córdoba, aunque no sabemos cuál de ellos, si Abderramán III, Alhakán II o Hishan II. De cualquier forma, nuestro califa es representado de manera naturalista con una perspectiva que adelanta esta obra cuatro siglos en la Historia y a las pinturas de Brunelleschi.
Pero lo más impactante es que el califa porta una copa o redoma en su mano y sobre él también parecen flotar otras dos copas, pues es preciso señalar que el mito del Grial, que representaba el poder del soberano de dar la vida y la muerte a sus súbditos, también existía de modo paralelo en Al Ándalus por influencias orientales.
Así que el orfebre cristiano o musulmán que en su día montó el Santo Cáliz de Valencia pudo, de manera consciente o inconsciente, dejar un mensaje subliminal: la unión de las dos civilizaciones, cristiana y musulmana, mediante la unión de sus correspondiente ‘copas sagradas’: el Santo Cáliz y la llamada Copa de los Mundos musulmana, atributo del poder y legitimidad de los califas. Nunca podremos saber si la primera llegó algún día a estar presidiendo la Última Cena, pero es muy probable que la segunda, sí que presidiese los mayores actos protocolarios realizados por el Califa de Córdoba y por Almanzor, tanto en Medina Azahara como en la enigmática y escurridiza Medina Al-Zahira.
ENLACE : El Santo Grial: de los talleres califales de Córdoba a Valencia (abc.es)